|
El Gran Premio de Arquitectura
2012 otorgado por FADEA (Federación Argentina de Entidades de Arquitectos)
y ARQ (prestigioso suplemento de arquitectura del diario
Clarín) ha sido para la Casa
Puerto Roldán,
de los Arqs. Gerardo Caballero
y Maite Fernández.
Selección que implico un recorrido por todo
el país buscando las obras más significativas
de los últimos cinco años en cada una
de nuestras regiones. Un gran esfuerzo que debe ser
enfatizado como muy positivo.
Lejos de poner en duda la calidad profesional del estudio
Caballero-Fernandez, destacados arquitectos rosarinos
a quienes admiro y respeto -tal vez más
por otras obras que por este premio-, sí parece
necesario señalar algunas cuestiones paradojales
alrededor de esta elección y que tal vez nos
permitan reflexionar y encarar urgentes desafíos.
Si
bien existen categorías, premios y menciones,
un Gran Premio es un símbolo, un "primus
inter pares", un mensaje-síntesis de la
arquitectura argentina al resto de la sociedad sobre
el estado del arte en nuestro campo. Una oportunidad
para señalar nuestras aspiraciones y lo que
entendemos correcto y destacable como disciplina.
Exponer
y dar a conocer este Gran Premio en la FADU-UBA, lugar
donde se forman miles de estudiantes de arquitectura,
es además un mensaje a ellos.
Un paradigma a seguir por nuestros jóvenes.
Es aquí donde surge mi mayor perplejidad: Que
el modelo a destacar por sobre el resto de los premiados
sea la casa individual dentro de un barrio cerrado
en las afueras de la ciudad no parece la mejor de las
recomendaciones para quienes se están formando,
ni para la sociedad en general.
Porque mas allá de
resaltar lo metafórico y lo políticamente
correcto que significa hoy la austeridad formal y constructiva
(en este caso, por momentos casi una impostura), sabemos
que esta tipología conlleva un modelo territorial
irracional y que la ciudad extendida de baja densidad
provoca un impacto ambiental y social negativo.
Hoy
la enorme mayoría del mundo académico
y científico internacional comparte que la compacidad
en el ámbito urbano es lo correcto, ya que expresa
la idea de proximidad de los componentes que conforman
la ciudad. La compacidad, por tanto, es uno de los
factores que facilitan el encuentro, la comunicación
y el intercambio que son, como se sabe, la esencia
de la vida en comunidad, potenciando así la
probabilidad de contactos y con ello las relaciones
entre los protagonistas del sistema urbano.
Son su
antítesis: Las distancias, la dispersión
y segregación del urbanismo extendido y difuso.
Por ello la casa individual exenta -mal que nos pese
a los arquitectos- ha devenido en el tipo de vivienda
menos eficiente ambientalmente, la que más energía,
tierra y agua consume. Además, su dependencia
del automóvil implica altos gastos en combustibles
fósiles y emisiones de CO2 que agravan el calentamiento
global.
Por último y en nuestro caso particular,
este uso del suelo resulta un verdadero despilfarro
del territorio más rico y productivo del planeta
en momentos en que la obtención de alimentos
es vital para la humanidad. ¿No debería
un Gran Premio de Arquitectura dar cuenta de estas
cuestiones? ¿No son estos algunos de los desafíos
perentorios en la formación de nuestros miles
de estudiantes de arquitectura?
Es llamativo además
que esta casa sea parte de un barrio privado en las
afueras de Rosario, ya que Rosario ha sido la primera
ciudad del país
en debatir públicamente y prohibir nuevas urbanizaciones
cerradas en su periferia. Privilegiar el valor social
y estratégico del suelo por sobre la especulación
y la fragmentación son fundamentos de esta Ley
sancionada a principios de 2011.
También es paradójico
que en un país
creciendo -según datos oficiales- a tasas
cercanas al 9% anual que el Gran Premio Nacional ARQ
sea para una pequeña vivienda en los suburbios
de una ciudad. No se malinterprete, es razonable que
en la categoría "casas" gane una
casa, y la Casa Puerto Roldán es una casa correcta
-aunque orientar los dormitorios al oeste no parece
lo más
eficiente para los tórridos veranos santafecinos
(¿habrá percibido el Jurado este "detalle"?)-,
pero al ser la obra a destacar dentro de toda la producción
nacional de los últimos cinco años, que
además representará a la Argentina en
la próxima Bienal de Venecia, pone en evidencia
síntomas de algo que es necesario abordar.
Cabe
preguntarse: ¿Donde están y quienes
producen los grandes equipamientos públicos
y privados de un país con semejantes niveles
de expansión? ¿Existen? ¿Dónde
están? ¿Porque no premiar entonces alguna
de las miles de viviendas de interés social,
los cientos de escuelas y hospitales, los museos, las
bibliotecas, el espacio público, los parques,
las fábricas, hoteles, laboratorios y los centros
de innovación? ¿Su calidad arquitectónica
y constructiva resiste un análisis serio? ¿La
obra publica argentina es "mostrable"?
Más de una cosa no cierra y creo que a esta
altura todos nos damos cuenta de la encrucijada que
tenemos delante y el riesgo de encerrarnos en cofradías,
sectas y "discusiones para entendidos".
Por eso una
agenda y un posicionamiento institucional de la arquitectura
argentina no deberían obviar
estas cuestiones ni soslayarlas, hay que ponerlas sobre
la mesa porque ellas son decisivas para nuestro futuro
como colectivo profesional. ¿No será tiempo
de revisar los modelos de relación con el sector
público y privado, habida cuenta que los tradicionales
concursos de arquitectura no parecen ser ya la única
herramienta idónea? ¿Podremos conjugar
continuidad e innovación en nuestra cultura
y práctica disciplinar?
No creo en las casualidades
pero, por ejemplo, el último
Gran Premio de la Arquitectura Española ha sido
para un muy interesante edificio urbano de 131 viviendas
protegidas -de interés social- en Mieres,
Asturias. ¿No deberíamos, entre otras
cosas, cambiar nuestras tradiciones y hacer que la
primera categoría de nuestros premios de arquitectura
sea para las instituciones públicas, o bien
privilegiar la innovación en la vivienda colectiva,
su eficiencia energética y su capacidad de hacer
mejor ciudad? ¿Podremos superar nuestra
preferencia casi excluyente por las casas como objetos
de culto y deseo? Sería un mensaje claro y contundente
al resto de la sociedad, pero también hacia
el interior de nuestra disciplina, ya que implicaría
comenzar a revisar viejos modelos de práctica
y producción arquitectónica que hoy resultan
cada vez más estrechos y menos estratégicos.
Desde
la Grecia clásica las paradojas y las
encrucijadas han servido para hacernos pensar, reflexionar,
debatir y cambiar. Ojalá podamos hacernos cargo
urgentemente, con inteligencia y serenidad, de los
enormes desafíos que se le plantean a la arquitectura
argentina.
|