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"¡Abrid los ojos! Comemos en un pequeño
restaurante de cocheros en el centro de Paris; al fondo
están el bar y la cocina, un altillo corta en
dos la altura del local, su parte anterior da a la
calle. Un buen día se descubre esto y se ven
las pruebas de que facilita todo un mecanismo arquitectónico
que pueda corresponder a la organización de
la vivienda humana". (1)
El período formativo
de Le Corbusier transcurrió en
una búsqueda casi obsesiva de elementos genéricos
sobre los cuales desarrollar los conceptos de una nueva
arquitectura. En su afán por captar a través
del dibujo todo lo que observaba, dedico sus viajes
de aprendizaje a la representación sistemática
de edificios de la antigüedad, como un ejercicio
que le permita rescatar para si, los principios de
estructuración de la arquitectura clásica
y forjar su ideal de valores.
Cada apunte es un nuevo
concepto, un carácter,
la concepción de una nueva idea. Un ejemplo
de lo que representan en su indagación arquitectónica,
puede leerse en los escritos al borde de los dibujos
realizados en la visita a la cartuja de Ema: "celda
de un hermano en la cartuja de Ema. Lo aplicaría
admirablemente a las casas obreras, siendo el cuerpo
de alojamiento completamente independiente". (2)
En
su derrotero por los estudios donde trabajo, fue nutriendo
de nuevos conocimientos esas experiencias: descubrió los
secretos del hormigón en
el estudio de Auguste Perret y concibió la mecanización
como impulsor de una nueva cultura en el estudio de
Peter Behrens, cultura que admiró al visitar
la producción de las empresas en su viaje a
Alemania.
Concluye entonces que la arquitectura de los
primeros años del siglo XX no está a
la altura de los avances técnicos logrados en
la misma época
y replica estos conocimientos, con la ayuda de Max
Dubois, en el desarrollo del sistema Dom-ino, un diseño
pensado para fabricar en serie, que sintetiza el orden
que descubrió en la arquitectura clásica.
Este
puede considerarse el punto de partida de un compendio
de criterios rectores que aplica en la concepción
de sus diseños, basados en la geometría
como medio para expresar la pureza, las formas primarias
que dan carácter universal a la arquitectura,
la precisión y el orden matemático y
la estandarización de los elementos de la construcción.
Estos rígidos conceptos se amalgaman con los
criterios plásticos derivados de su actividad
pictórica, para resultar una combinación
que hace de su arquitectura única e irrepetible.
En
esos años sucede el hecho relatado en el
texto al comienzo del artículo, producto de
una conversación que mantenía con un
grupo de colaboradores durante un almuerzo en un café de
Paris. El relato sintetiza con cuanta facilidad la
capacidad de observación de Le Corbusier se
transformaba en el detonante de sus ideas.
Al examinar
como el salón principal del bar
estaba jerarquizado por su altura respecto de las actividades
de servicio divididas por un entrepiso, Le Corbusier
define esa diferencia como un "mecanismo
arquitectónico" que perfectamente puede aplicarse a la vivienda.
Concreta
así otro criterio rector para su trabajo,
un elemento genérico que "mecaniza" el
espacio y lo transforma en un elemento serial, constitutivo
del conjunto de elementos que dan forma a la arquitectura.
El
mecanismo arquitectónico así definido,
se convierte en una constante que utiliza sistemáticamente
en el diseño de sus villas, a tal punto que
podría considerarse como otra de las "certezas"
no incluidas en los famosos "cinco puntos".
En la concepción del doble espacio como elemento
articulador, Le Corbusier define las jerarquías
espaciales de la vivienda del hombre.
La anécdota
del café Parisino encabeza
la presentación de la primera versión
de la Casa
Citrohän en el primer tomo de las Obras
Completas, un hecho que transforma el mecanismo concebido
en un manifiesto. En esta primera aplicación,
el doble espacio es el alma de la casa Citrohän,
articula la escala de la ciudad con la vivienda y genera
una dinámica visual en la percepción
del espacio interior, tanto en horizontal como en vertical,
que no había sido utilizada en viviendas unifamiliares
de esa escala hasta entonces.
A partir de esta obra,
el mecanismo arquitectónico pasa a ser estructurante de sus diseños domésticos.
Lo utiliza en forma transversal a la vivienda en las
distintas variantes de las casas Citrohän, como
espacio articulador longitudinal en el área
social de la Villa Cook, para diferenciar un sector
del área social en la Casa Curutchet, como articulador
con el exterior en la Villa Stein, estratificado alternadamente
en la villa Shodan, destacando lugares de trabajo en
el atelier
Ozenfant o en la Petite Maison d'Artistes
a Boulogne, definiendo el espacio para exposiciones
en la Maison La Roche, o transformado en un elemento
definitorio en la Unite d'Habitatión.
Esta concepción
del espacio como elemento mecánico
es propia de Le Corbusier y puede trasladarse a otros
criterios que aplica en su obra, pero en todo caso,
debe entenderse como parte de una exploración
frenética para determinar las verdades de la
arquitectura, investigación sobre la que siempre
posó su mirada.
Esta exploración constante
convierte en vanguardia a toda la obra de Le Corbusier.
A diferencia de muchos de los maestros contemporáneos
a él,
Le Corbusier jamás cejo en la búsqueda
de la universalidad de su arquitectura, renovando su
repertorio formal, optimizando su concepción
espacial, alterando la textura y el color en el uso
de los materiales componentes, pero siempre tomando
al hombre como el fin único de cualquier realización.
Cualquier
dibujo o escrito de Le Corbusier es un aprendizaje,
cualquier obra o proyecto realizado por él admite
una relectura. Su trabajo siempre permite una nueva
mirada, aun en el disenso. La obra de Le Corbusier
es un manantial de concepciones espaciales, formales,
de bases teóricas o intuitivas, que exige la
articulación permanente entre ideas y conceptos,
y despierta un flujo de percepciones arquitectónicas
difícilmente equiparable a otros trabajos.
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