La entrada en vigencia, a partir
de los próximos meses, de la norma IRAM
11900, Etiqueta de eficiencia energética
de calefacción
para edificios, marca un punto de inflexión
en la materia, ya que presenta un sistema comparativo
de ocho clases de eficiencia energética para
todo tipo de edificios, identificadas
por letras (de la A a la H), como el que rige
para los equipos de aire acondicionado, heladeras,
lavarropas y estufas
a gas.
De esta manera, en poco tiempo, todos los edificios
del país deberán clasificarse de acuerdo
con el valor de un índice que depende de la
transmitancia térmica de los componentes de
la envolvente.
La intención de la iniciativa
encargada por la Secretaría de Energía
de la Nación es que cada edificio tenga que
entregar su categorización energética al
momento de solicitar el medidor de gas.
En lo concreto,
la aplicación de la norma IRAM
11900 significará que cada uno de los edificios
nuevos a construirse en cualquier ciudad de nuestro
país cuente con una etiqueta que informe a sus
usuarios del nivel de aislación de las
paredes y techos, al mismo tiempo que su eficiencia respecto
de la cantidad de energía que se necesita para
calefaccionarlo.
El "etiquetado" energético permite
al usuario tener información sobre el nivel
aislación térmica que tiene el edificio
que va a habitar, ya que una vivienda correctamente
aislada permite un ahorro de energía que en
algunos casos llega a ser de hasta el 60 por ciento.
La
relevancia de este nuevo estándar radica
en que el sector de la vivienda consume un
tercio de la energía generada en nuestro país.
Por lo tanto, una eventual reducción de esa
demanda permitiría aprovechar el excedente con
fines productivos, evitando así eventuales crisis
energéticas.
En tanto, para los usuarios residenciales
significaría disminuir los gastos de
las facturas.
Las
ventajas del ahorro energético, objetivo
que persigue la norma encargada por la Secretaría
de Energía, involucran dos aspectos: el medioambiental
y el económico.
En ese sentido, el esfuerzo
se justifica en que más del 60 por ciento de
la energía generada en nuestro país parte
de fuentes térmicas y nucleares, es decir de
recursos no renovables.
Y en el marco del Protocolo
de Kioto, además, la Argentina está comprometida
a no incrementar las emisiones de gases de invernadero.
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