[Por
ing.
Alejandro Bidondo] Es
infinito el dolor que nos provocó la pérdida de
vidas en la tragedia sucedida en Diciembre último (*),
pero también es la oportunidad de cambiar las cosas, nuestra
cultura, la mentalidad de nuestros políticos, nuestros
ejercicios profesionales y la conciencia de los empresarios,
entre tantas cosas.
Hoy podemos aprender del pasado, y así evitarlo en el futuro. No vaya
a ser que, de no aprender, la próxima vez, la magnitud de la fatalidad
sea muy mayor.
Las responsabilidades son tantas, de diferentes rubros, de diferentes profesiones
y de las tantas interconexiones entre ellas, que tomará mucho tiempo y
maduración social concatenar todas orientándolas hacia el bien
común.
Pero invitémonos a recorrer el camino del aprendizaje paso a paso, sin
desbordes o reacciones impulsivas y transitorias... Eduquémonos todos,
sin pausa pero sin prisa.
Según la información difundida en los medios de comunicación,
la principal causa de muerte fue el envenenamiento por la inhalación de
cianuro. Luego, podríamos decir que el diseñador acústico
instaló una solución muy riesgosa sin las debidas precauciones,
o que el mismo no asesoró claramente a su cliente, o que no solicitó expresamente
un sistema contra incendios eficiente en su informe profesional, o que no hubo
profesional interviniente, y aparte, que las salidas estaban clausuradas o eran
pequeñas, y que el sistema contra incendio no funcionaba o era inexistente,
y que la cantidad de gente era excesiva para el tamaño del lugar, y que
la validez de la habilitación municipal era cuestionable, y que, y que...
En fin, una lista de causas de nunca acabar.
Refirámonos en estos párrafos a sólo una de estas, la intoxicación
con veneno. ¿Cuál fue la etimología del envenenamiento? ¿En
cuántos lugares decenas de personas estamos expuestas a, de haber un incendio,
perecer envenenadas? ¿Qué se busca al utilizar espumas de poliuretano
dentro de habitaciones, Discotecas, Restaurantes, Teatros, Salas de ensayo, etc.? ¿Se
logran los resultados sonoros esperados mediante la utilización de estos
productos?, ¿Sabe el cliente final de las reacciones químicas que
producen los productos que compran al ser expuestos al fuego? De conocerlas, ¿el
cliente final tiene la precaución de instalar un sistema contra incendios
muy eficiente? Analicemos un poco todo esto.
Cuando
existen ruidos trascendentes al vecindario se dice "socialmente" que
el lugar emisor debe ser "acustizado". Cuando se oye
muy mal dentro de un recinto (ininteligibilidad y/o poca claridad
musical) también se dice "socialmente" que el
lugar debe ser "acustizado". Entonces, ¿Qué significa "acustizar"?
Se
entiende por "acustizar" toda actividad constructiva
en la cual intervienen soluciones "acústicas" o
materiales "acústicos". Pero todos los
materiales son acústicos, o sea, tienen cierto tipo de
reacción al ser expuestos al sonido (o al ruido). Entonces,
recomendar "acustizar" un local o un recinto, no aporta
absolutamente nada a la solución del problema. Aislémonos
momentáneamente del marketing (el cual es totalmente respetable
y necesario) y vayamos a los orígenes del "tema" acústico.
El sonido se puede generar al aire libre o dentro de un local
o recinto. Si sucede
en el segundo de los casos, éste puede "pasar" a las construcciones
vecinas, convirtiéndose ya en un problema municipal de "trascendencia
de ruidos molestos al vecindario".
El Sonido trascendente puede atenuarse, lo que implica utilizar materiales
acústicos
para lograr aislamiento sonoro.
Si un sonido es generado dentro de un local, todo oyente dentro del mismo
querrá,
por lo menos, entender el mensaje sonoro (el cual puede ser palabra hablada o
cantada y/o música).
Para que el sonido pueda ser desde entendido hasta embellecido dentro de
un recinto,
lo que se necesita es la aplicación correcta (lugar, cantidad, posición,
tipo, etc.) de materiales absorbentes, difusores y reflejantes para lograr una
cierta acustización interna. Dentro de este tipo de tratamiento
acústico se incluye la disminución del nivel sonoro existente dentro
de un local, utilizándose para esto mayoritariamente materiales absorbentes.
Este es el caso particular de restaurantes, bares, etc.
Todo lo anterior se logra eficientemente mediante el uso de técnicas de
Ingeniería Acústica, las que, guiadas por una legislación
responsable, conducen a su cumplimiento y a la sana convivencia.
Cognocitivamente hablando, se observa un error conceptual en gran parte de la
sociedad, la que trata de aislarse del ruido mediante la utilización
directa de espumas de poliuretano, de espumas de poliestireno (conocido también
como "telgopor", el cual no aísla ni absorbe), de alfombras,
de lana de vidrio, de las famosas "cajas de huevos" (las que sólo
sirven para transportar cuidadosamente los huevos), etc.
Como "regla de oro", el aislamiento acústico se logra con masa,
o sea con paredes y techos pesados. Cuanto más pesados, más aíslan.
Existen otras combinaciones que proveen aislamiento, pero ciertamente no lo
son la aplicación directa de los anteriores materiales.
Al respecto de la acustización interna, no existe una única condición
ideal ni tampoco es la aplicación de mucho material absorbente en el interior
de un recinto. O sea, no hay una y sólo una acustización interna
correcta, todo depende del uso del recinto a ser tratado, del tipo de fuente
sonora a ser reproducida dentro de él, del presupuesto disponible, de
la identidad acústica que el cliente le quiera plasmar a la sala, etc.
Vemos entonces que controlar el sonido y el ruido no es tan simple como dice
el marketing, sino que es una disciplina profesional correctamente ejercida por
Ingenieros y Arquitectos especializados, que debemos practicar con responsabilidad
(cumpliendo las normas y asesorando siempre al cliente acerca de los posibles
efectos colaterales), y valorar socialmente, porque indudablemente hoy forma
parte de la cadena de seguridad que el destino nos fuerza, con dolor, a aprender.
Al parecer, hoy se hace necesaria la presentación de un informe técnico
de cada rubro (acústica, sistema contra incendios, ventilación,
eléctrica, arquitectura, etc.), firmado por un profesional, donde se asienten
los alcances y limitaciones del sistema instalado, deslindando toda responsabilidad únicamente
sobre el cliente final o dueño del comercio, y presentado anualmente junto
con una renovación de la habilitación del local. Esta propuesta
sería el comienzo de un ordenamiento que apunta a evitar o por lo menos
minimizar las catástrofes.
Que la experiencia nos sirva para saber que la presencia de advenedizos a
la
hora de custodiar y proteger la vida de los seres humanos sólo lleva a
malos resultados, como en este caso, 189 muertos. Sólo Ingenieros y Arquitectos,
por su formación y responsabilidad profesional deben llevar a cabo este
tipo de tareas.
(*) El autor se refiere a la
tragedia ocurrida en el local República
Cromañón
(Buenos Aires) el 30 de diciembre de 2004. Artículo originalmente publicado
en Clarín ARQ (Febrero/2005). |