[Por
arq. Roberto J. Rimoldi] Los
viejos acondicionadores de aire perforaban los frentes.
Los nuevos equipos, lejos de solucionar el problema,
los afean con sus mangueras.
Hasta no hace mucho tiempo, la única alternativa para soportar el calor
era el ventilador, tanto de techo como de pie, más tarde perfeccionado
con la irrupción del turbo. Pero en el medio se conoció el confort
del aire acondicionado o el climatizador. Con la particularidad de que
puede tener doble función, frío-calor, o simplemente frío.
El problema que suscitaba este artefacto era su instalación, pues debía
realizarse en el paramento externo del edificio. Eso motivó que muchas
fachadas se vieran agredidas por la perforación que debía
ejecutarse. En muchos casos quedaban interrumpidas las ornamentaciones o desaparecían
parte de las molduras de las fachadas. En otros, por razones de espesor del muro,
se recurrió a colocarlos en ventanas o puertas de balcones, con las consecuentes
modificaciones de las mismas. Y hasta en muchos casos se arruinaron vitrales que
tenían características imposibles de reconstruir. Muy pocos son
los casos donde el usuario pensó en el exterior y en muchos otros se aceptó el
consejo del instalador, a quien únicamente le importaba colocarlo y cobrar
por su trabajo.
LA SOLUCIÓN QUE NO FUE. En los últimos años,
la aparición de los equipos divididos (splits), que sólo necesitan
un pequeño orificio para su instalación y que dejan el ruido
del motor en el exterior, pareció ser la solución correcta e
inteligente. Sin embargo, hoy podemos apreciar que su instalación no
mejora mucho con respecto a los otros aparatos, ya que las agresiones
estéticas que les provocan a las fachadas con las mangueras
que conectan ambas partes del equipo son verdaderas obras de terror.
Es posible observar fachadas de edificios con las mangueras que, al recorrer
los frentes, parecen verdaderos cordones umbilicales, con las más variadas
formas. Así se arruina todo un frente gracias al confort interior, olvidándose
del exterior, que también forma parte de nuestro hábitat.
Queda entonces demostrada la falta de conciencia de los diseñadores
industriales, quienes piensan en el elemento como un objeto único
que no forma parte de un todo y así llegan a una mala solución para
el problema a resolver: la climatización del ambiente. Cuando un artefacto
se va a convertir en parte de algo, debe tener claro su acople al mismo. Es como
si los diseñadores de carburadores de autos diseñaran un modelo
que, para ser instalado, requiriera agujerear el capot.
TODOS SOMOS RESPONSABLES. El ejemplo anterior se ajusta
perfectamente al caso de los acondicionadores de aire: no responden a la
totalidad de la problemática de su función y entonces arruinan
los frentes de los edificios. En primer término, porque no
se hallan correctamente proyectados. Y además porque los
instaladores sólo piensan en colocarlos y en que funcionen. La estética es
una materia ausente.
Si los transeúntes se dedicaran a alzar la vista en sus trayectos por
Buenos Aires, verían un sinnúmero de cordones conformados
por mangueras de estos equipos, de formas, tamaños y colores que son casi
como ramas que le van saliendo al frente de cada edificio.
Sería deseable que muchos hicieran este ejercicio. De esta forma podrían
apreciar cómo seguimos degradando nuestra ciudad. A la
basura, el desorden, la falta de planificación y otros tantos males se
suman estos equipos de aire acondicionado pésimamente diseñados.
Instaladores, propietarios, diseñadores, arquitectos, ingenieros y
administradores
de edificios: todos somos responsables de este mal urbano.
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