Durante
la visita del arq. Rafael Viñoly a
la FADU en la que dictó una conferencia
el 5 de mayo pasado en el Aula Magna, respondió una
serie de preguntas sobre su desempeño profesional
y acerca de la enseñanza de la arquitectura,
tema éste por el cual manifestó expresamente
particular interés. Sigue a continuación
la transcripción de las preguntas formuladas
por Informes-FADU y las respuestas del reconocido
arquitecto.
-
Usted se formó en una universidad argentina,
trabajó y enseñó arquitectura
durante muchos años aquí. En base
a su experiencia, ¿cómo evalúa
la enseñanza de la arquitectura en nuestras
universidades en función de las exigencias
actuales a nivel internacional?
Es difícil para mí evaluar el nivel de
enseñanza que se imparte actualmente en las escuelas argentinas de arquitectura
porque no tengo información directa ni contacto personal con ninguna
de ellas. No es que no tenga una impresión general del nivel de los
egresados de estas escuelas en general, el cual no es demasiado distinto del
de otras universidades que pueden considerarse como reconocidas. El nivel
actual de la enseñanza de la arquitectura en general es hoy bastante
lamentable, por razones que son más estructurales que específicas.
En lo que respecta a mi educación personal, yo pienso que fue particularmente
buena porque durante los años setenta todavía se mantenía
una relación docente-alumno más o menos lógica -aunque
ya comenzaba a desarrollarse ese proceso de masificación que es tan
característico de nuestra educación terciaria-. Lo que fue
peculiar durante esos años fue que existía en los docentes de
la facultad la percepción de que se vivía una etapa de transformación
política y cultural muy significativa que se traducía en una
extraordinaria intensidad en el compromiso intelectual.
Esa
condición fue fundamental para que muchos
de nosotros entendiéramos el nivel de
importancia que tiene en este oficio la concentración
en el trabajo y la definición de una posición ética.
Como es obvio para casi todos supongo hoy, el
problema paradigmático de la Universidad
Nacional es el dilema entre la masificación
del acceso y la definición de los estándares
de excelencia. En el caso de las disciplinas
de diseño es indiscutible, para mí,
que la transformación de lo que yo llamo
el "conocimiento tácito" -esos
procedimientos que no pueden ser formalizados
como un cuerpo de conocimiento abstracto y que
son fundamentales en el proceso de hacer- dependen
del contacto directo entre un alumno y un instructor
a través de su relación personal
directa. El proceso de incorporación
de esas técnicas no puede ser suplido
por recetas ni dogmas operativos, transmitidos
por profesores que, aunque muy motivados, enseñan
sin tener una experiencia personal previa de
producción, con el objetivo de asegurar
un promedio de respuesta 'aceptable' de esa enorme
cantidad de alumnos. Este problema es ineludible
y la justificación de que la misión
alternativa de la Universidad -en condiciones
sociales como las locales-, debe ser formativa
y no necesariamente asegurar excelencia profesional,
deja vacante la satisfacción de una necesidad
fundamental del mercado y de la cultura. Las
consecuencias de esta interpretación están
más que a la vista en Buenos Aires.
-
A partir de sus actividades académicas y
el contacto con profesionales de distintos países
del mundo, ¿podría comparar la situación
de la enseñanza en nuestro país y
en otros países?
Como decía antes, no hay una diferencia notable en el nivel de capacitación
profesional de las escuelas de arquitectura hoy en general, lo cual es debido
más a un estado de prevalente confusión acerca de la función
específica que tiene la arquitectura. Existen por supuesto características
aisladas que permiten identificar la inclinación pedagógica de
cada escuela y por supuesto algunas tienen mejores resultados que otras, pero
las diferencias son menos importantes que las similitudes. Esta deficiencia
en la educación es el problema central que impide definir un proyecto
de reconstrucción de la disciplina como una actividad capaz de generar "valor
social" -que es en el fondo su razón fundamental de ser-.
- ¿Cómo
es su inserción en el mercado norteamericano
con la preparación obtenida en la Argentina?
La posibilidad de mi inserción en el medio profesional de los Estados
Unidos tuvo más que ver con mi práctica profesional anterior
que con mi formación universitaria, aunque obviamente estas dos
cosas están relacionadas. Desde el comienzo de mis estudios -y en realidad
desde antes de haberlos comenzado-, la experiencia directa del trabajo en
la construcción tuvo más importancia para mí que lo que
aprendía académicamente. Sin embargo, con la perspectiva
de los años, es también cierto que la formación dentro
de un medio de intercambio intelectual como era la universidad de esa época,
fue para mí extraordinariamente importante.
-¿Cómo
participa su estudio en la realización de
las obras y en las que ha ganado por concurso?
En nuestro estudio, los concursos se hacen como
si fueran obras iguales que cualquier otra. No
los hacemos como una actividad paralela que requiere
menos
dedicación o que tiene un tono más especulativo o teórico.
Por eso es que tratamos de elegir ciudadosamente cada uno de los concursos
en que decidimos participar, en relación con la seriedad de la convocatoria
y nuestras posibilidades reales de inversión.
- ¿Cómo
es la estructura organizativa de su estudio y cuál
es su rol en él?
Nuestra oficina está organizada alrededor de dos ideas fundamentales,
primero que no es posible que podamos crecer más allá de una
cierta dimensión sin perder el control que yo puedo ejercer sobre el
trabajo, y segundo que cada obra es un continuo de actividad de diseño,
desde la definición del programa hasta la operación del edificio.
Eso hace un poco difícil comercializar nuestra imagen profesional como
una estructura capaz de producir a cualquier escala, aunque nuestra experiencia
reciente pruebe lo contrario. Si no estuviera convencido de que en este proceso
de reconversión de la práctica, estos valores acerca de la intensidad
de dedicación personal y la permanencia del servicio a lo largo de la
vida de la obra van a ser con el tiempo reconocidos por el mercado, no creo
que podría seguir trabajando.
Para mí, los modelos actuales típicos de actividad profesional
que son el de las oficinas comerciales grandes o los estudios boutique que
venden diseño sin implementación, fallan por la misma razón:
no entender que en realidad un edificio es el producto de gente y no de sistemas.
Desde el comienzo de su concepción hasta su uso.
- ¿Cómo
es el proceso de elaboración de los proyectos
y qué técnicas utilizan? ¿Cómo
participan en su trabajo las nuevas tecnologías
(desde el proceso de diseño hasta el de
producción)?
Esto también depende de mi particular inclinación
con respecto a los instrumentos que son más adecuados para entender
cada problema. Casi todos los proyectos comienzan fundamentalmente en maqueta
y terminan en dibujos. Desde la formación de la oficina una de mis
ambiciones fue tener más un taller de carpintería que una oficina
de arquitectura con mesas, computadoras, salas de reunión, etc. Este
taller es
lo que en realidad hace la diferencia entre nuestra oficina con otras con las
que competimos. Por supuesto que todo nuestro trabajo de representación
bidimensional se hace solamente electrónicamente, así como las
simulaciones tridimensionales y los trabajos de animación, pero el centro
del esfuerzo de diseño se hace en modelos que van desde la definición
de los problemas urbanísticos hasta la resolución de los detalles
constructivos en escala y con materiales reales.
- ¿Cuál
es la situación de nuestro país en
relación a las tecnologías que se
aplican en otros países, fundamentalmente
los más desarrollados (esto es en cuento
a los procesos de producción, de gestión,
de organización del trabajo, de materiales
de construcción)?
Yo creo que el problema de
la situación de desarrollo
tecnológico de la Argentina no está en una deficiencia en el
equipamiento sino en los aspectos conceptuales y aún más en los éticos que
informan esta tecnología. El problema más importante de la
industria es que no existe un criterio de evaluación real del mercado
y que se ha perdido el sentido de la importancia de la reinversión en
el desarrollo de esas tecnologías. El resultado se traduce en algo
parecido a una increible capacidad de imitación sin fundamento que permita
la continuidad.
- ¿Cómo
inciden los actuales procesos de globalización
en la arquitectura y en la labor profesional?
La liberalización del acceso a distintos mercados
ha tranformado lo que parecía una oportunidad en una necesidad impostergable. Es
prácticamente imposible pensar este trabajo hoy día como una
actividad localista. No sólo porque las condiciones que imponían
esa limitación no existen más, sino porque la noción de
la determinación tecnológica ha sido superada por la increible
masificación de la información. Por lo tanto todo en esta
profesión es más o menos distinto de lo que era antes, aunque
en realidad sea en el fondo lo mismo. Lo que hace falta es entender que estas
diferencias son oportunidades más que límites.
-
Un mensaje para los alumnos.
Decirle algo a la gente que
está comenzando esta
carrera no es fácil en las circunstancias actuales en las que se presenta
el futuro de esta práctica. Lo único que puede corregir esta
situación de un proceso de total banalización es precisamente
lo que los estudiantes pueden hacer, y no tanto lo que nosotros podemos decidir.
Esto es reconstruir un extraordinario sentido de excelencia en un marco de
total pragmatismo. En otras palabras, entender que la misión es más
reconstruir una ética del trabajo que una estética de oposición. De
esto se darán cuenta cuando comprendan que la dimensión artística
de la arquitectura está tanto en los aspectos no visuales de la misma
como en las formas que nos ocupan con tanta obsesividad.
Fuente: Revista
Informes IX (FADU)
Fecha: 06/1997