|
|
|
|
Fotos cortesía de Fotolia.
Para ver más imágenes, vectores
y vídeos de calidad profesional
visitar fotolia.com
Marcelo David Almuina es
Arquitecto y Patólogo de la Construcción.
Más información
http://www.arquilegal.com
|
|
Ocurre que la mayoría abrumadora de los
emprendimientos realizados y en curso, tanto en
la Ciudad de Buenos Aires, con sus torres y sus
edificios entre medianeras, como en el nuevo Gran
Buenos Aires, a puro condominio y viviendas unifamiliares,
comparten un rasgo común: se
han emplazado sobre suelos aluvionales, de reciente
acumulación.
Toda la faja capitalina que va desde el Retiro
al Norte, pasando por Recoleta, Las Cañitas,
Palermos Varios, Belgrano y Nuñez, se asienta
sobre terrenos con mayoría de limos arenosos
y napas de agua altas, que las obras nuevas necesitan
bajar para hacer posibles sus fundaciones y subsuelos.
La diferencia entre la cota de esa napa de agua,
y la del nivel determinado, desde 6 metros hasta
15 metros en algunos casos, se realiza disponiendo
en el terreno las bombas depresoras que extraen
el agua y la vuelcan a la via pública, sobre
las cunetas donde la vemos correr a diario por
las nuevas obras.
Mantener deprimido el lote en cuestión,
es lo que permite trabajar sin la invasión
del agua, y se realiza bombeando permanentemente
y extrayendo dicha agua, que se observa casi siempre
con el típico color chocolate de los suelos
del Rio de la Plata. ¿Y porque agua con color de
tierra? Porque junto con el agua, la obra también
extrae suelo. Propio y ajeno.
La parte más fina de los suelos, compuesta
por limos, es arrastrada por la presión
de succion de las napas, alterando irremediablemente
la composición de los suelos. Y no solo
eso, la diferencia de profundidad entre la cota
real de la napa y aquella a la que se la fuerza
a mantener durante la obra, no solo ocupa el lote
de la obra, sino que conforma un llamado cono de
depresión, a modo de embudo, que involucra
también los lotes vecinos y a veces, de
veredas opuestas.
El suelo, alterado por la extracción de
agua, y los limos arrastrados en dicho bombeo,
ha cambiado definitivamente sus características,
ya que el conjunto suelo-agua, que era el responsable
de la sustentación de las construcciones
existentes, se ha modificado por la extracción
de partículas, que la reposición
natural de la cota de la napa al cesar el bombeo
no repondrá.
Es aquí cuando empiezan a manifestarse en
los lotes linderos los síntomas de los daños:
las rajaduras en los subsuelos, las roturas de
capas aisladoras, las súbitas desvinculaciones
de los edificios respecto de construcciones anteriores,
la rotura de instalaciones enterradas, la fisuracion
de los pisos de frente a fondo, coincidiendo matemáticamente
con el calce de las submuraciones.
Cuando esto ocurre, y se halla recurrido al empleo
de los pilotes de tracción definitivos ya
comentados, el problema se habrá agravado,
puesto que a los daños por la invasión,
se le sumaran los derivados de la alteración
en el equilibrio de cargas de la obra preexistente,
generalmente en zonas bajo la cota cero, obligando
a costosas reparaciones.
Hay que aceptar entonces, las características
propias del terreno, que no se puede alterar sino
a riesgo de provocar una reacción en cadena
de daños, motivada en la falta de control
de tareas, que aunque sin poner aun un solo ladrillo,
pertenecen a la responsabilidad del Director de
Obra. Y que suscriben el Proyectista y el Ejecutor
Estructural. Ya que las obras provisorias, son
también obras, dentro de la principal.
Y cuando paseen por toda esa zona de Buenos Aires,
retengan esto: el Brigadier General Don Juan Martin
de Rosas, navegaba en su barco por la actual Av.
Del Libertador, cuando nadie imaginaba el desarrollo
actual, realizado sobre zonas de relleno puro en
los otrora pajonales de la ciudad, que terminaban
en la barranca natural (la que nunca se inundaba),
sobre la que se fundó Buenos Aires.
Los bajos VIP (por precio y ubicación) del
Area Metropolitana deben entonces, ser observados
con detenimiento al proyectar y realizar las obras
de fundaciones y subsuelos, para que no cambien
súbitamente su denominación, aunque
de todos modos, sigan manteniendo su sigla, más
ya no su contenido, al convertirse en Very Important
Problems.
|