[Por el Dr.
Daniel Butlow] "No
entren en ninguna competencia arquitectónica
en ninguna circunstancia, excepto como novicios.
Ninguna competencia le dio al mundo algo de valor
en arquitectura. El mismo jurado es una selección
de mediocridades. Lo primero que hace el jurado
es revisar los diseños y descartar los
mejores y los peores para, como mediocridad,
poder juzgar las mediocridades. El resultado
neto de todo concurso es una mediocridad por
elección de mediocridades...". (Frank
Lloyd Wright, El futuro de la arquitectura).
Ocultaré por
algún tiempo el nombre de quién me
llamó y el motivo de la llamada, pero puedo
aumentar la intriga informando que es uno de los
arquitectos más respetados del país
por su larga y fecunda trayectoria al servicio de
la arquitectura.
Su motivo de preocupación estaba constituido por los concursos de ideas,
que últimamente parecen estar invadiendo la demanda de trabajo de los
arquitectos y profesionales de la construcción.
Su consulta permitió que reflexionáramos un poco sobre esta modalidad
de crear una competencia arquitectónica que adelanto no es nueva, ni
es leal o legalmente correcta.
Una idea es, según lo afirman los diccionarios, la representación
de una cosa en la mente, por ejemplo, la idea del bien... y lingüísticamente,
la palabra también tiene otras acepciones, entre otras, un modo de ver
las cosas, una intención o aun un concepto literario y artístico.
El problema se presenta cuando, forzando su contenido, se pretende que
profesionales en el arte del diseño y la construcción compitan entre sí ingresando
al desconocido mundo del "concurso de ideas".
Si un arquitecto preguntara jurídicamente "qué valor tiene
una idea", tendríamos que contestarle casi inmediatamente con otra
pregunta, es decir, "cómo fue expresada" por ejemplo en forma
de consulta verbal, en forma de dictamen escrito, en forma de croquis, anteproyecto
o lo que fuere, porque los seres humanos no se encuentran capacitados para
reconocer las ideas de otros salvo en el caso de que sean expresadas y ni hablemos
en el caso de un concurso, donde deben ser expresadas de acuerdo al reglamento
general a los fines de ser correctamente evaluadas por el jurado.
He sondeado en algunas fuentes jurídicas y otras casi jurídicas
para confirmar mis sospechas.
La
norma arancelaria vigente en la Ciudad de Buenos Aires
utiliza la palabra "idea" en su artículo
45. Señala así que para dar una idea
general de la obra en estudio..., se requiere un anteproyecto,
que es el conjunto de plantas, cortes, elevaciones,
estudiados conforme a las disposiciones vigentes establecidas
por las autoridades encargadas de su aprobación.
Aún
antes de este sistema que permite dar la idea general,
se encuentran los croquis preliminares o sea, los esquemas,
diagramas o en definitiva -como lo señala el
artículo 44 del Decreto Ley 7887/55- cualquier
otro elemento gráfico que el profesional confecciona
como preliminar interpretación del programa
convenido con el comitente.
Similares
normas pueblan la legislación internacional
en la materia.
A
guisa de ejemplo, puede leerse en el Real Decreto español
2512 de 1977, que "el estudio previo constituye
la fase preliminar en la que se expresan las ideas
que desarrollan el encargo de modo elemental y esquemático" (artículo
1.4.1) y ni hablar del párrafo 0.17, donde dice
textualmente y en forma normativa que "las ideas
representadas en los planos y demás documentación
elaborada por el arquitecto son, en todo caso de su
propiedad intelectual, salvo pacto expreso en contrario,
conforme a la legislación en vigor".
En
este punto de la reflexión y sin perjuicio de
lo que expresa la ley argentina 11.723 de propiedad
intelectual, tengo el inmenso honor de recordar a los
que lo necesiten que las normas españolas pueden
ser usadas en nuestro país, por imperio del
artículo 16 del Código Civil, que establece
que "si una cuestión civil no puede resolverse
ni por las palabras, ni por el espíritu de la
ley, se atenderá a los principios de leyes análogas".
Aun
desde el punto de vista del psicoanálisis aplicado
a la arquitectura, se ha reconocido que las ideas robadas
sólo generan conflicto al verse publicadas bajo
otra autoría (Creatividad en Arquitectura desde
el psicoanálisis -Adamson Bouquet Sarquis- Paidós,
pág. 64).
Por
ello, e intentando una reflexión final, puede
afirmarse que denominar a una competencia arquitectónica
Concurso de Ideas, puede ser sólo obra de la
ingenuidad o de una tentativa de mala fe a los fines
de intentar burlar el régimen legal y reglamentario
que rige los concursos.
Creo
que en ambos casos el intento está destinado
al fracaso. Es más, tal vez los concursos de
ideas sean una forma de matar las ideas, lo que vulneraría
aquello que con tanta vehemencia pintó Sarmiento
en una roca: "Bárbaros... las ideas no
se matan". |