¿Conservar, renovar, demoler?

Qué posturas se están tomando hoy en día respecto al conservacionismo de edificios antiguos y de qué manera esto impacta en la renovación urbana de las ciudades.

Por Arq. German Campagnolo. Desde un largo tiempo atrás y hasta la actualidad, las ciudades presentan una postura muy indecisa respecto a cómo resolver la problemática del conservacionismo histórico de inmuebles, ya que esto se discute solo en los casos en que un grupo de vecinos se ve afectado, ya sea directamente porque colinda con esta propiedad, o indirectamente porque afectas sus recuerdos y añoranzas.

Desde nuestra profesión hemos afrontado esta problemática con una infinidad de respuestas, vaciamiento interno y… ¿conservación de fachadas? «Usurpación de espacio aéreo», reubicación de balustradas, ornamentos y cúpulas en la nueva obra, «brazos de cristalería que envuelven la obra antigua».

Son muchos los ejemplos que podemos ver, y son difíciles de juzgar, porque de alguna manera todos están encarando la problemática y tratando de resolverla, ¿pero qué es lo que queremos conservar realmente? ¿Qué es lo que queremos que las próximas generaciones, vean, toquen y sientan de las obras más antiguas?

Para empezar deberíamos definir qué es la obra:

¿Es su fachada? ¿Son sus amplios cuartos de techos altos y ornamentados, sus pisos, su fachada italianizante, su zaguan?

En principio, todos estarán de acuerdo que cuando el proyectista pensó su obra, la pensó como un todo, desde sus accesos, circulación, servicios, dependencia, a qué usuario le correspondía. Difícilmente haya pasado meses proyectado un frontis que enmarcaba el acceso y luego armo toda una vivienda alrededor de éste en un par de horas para terminar su obra. El proyectista hizo una composición, puede haber arrancado por este frontis, pero luego «fue y vino» cientos de veces por todo el proyecto para armar un «todo» que se fusionara en sí mismo y conformara la obra que le habían solicitado.

Entonces si el proyectista diseño un «TODO», lo más lógico sería que la conservación trate con los mismos términos y conserve el «TODO», no mas parcialidades, ni inventos extraños, el conservacionismo debe apuntar a conservar todo, y así los futuros visitantes pueden encontrarse exactamente con las mismas sensaciones que experimentaron los primeros usuarios de dicho edificio.

Ahora bien, debemos pensar y debatir a fondo qué obras serán dignas de conservar, ya que el hecho de que un edificio tenga 100 años, no significa que tengamos que conservarlo para la posteridad, tiene que cumplir con ciertos estándares, debe representar algo, ya sea por las personas que vivieron ahí, los hechos que ocurrieron, o por el estilo arquitectónico que representa. También tendríamos que ver las prioridades que se tendrán en cuenta para hacerlo, porque esto no debe bajo ningún punto afectar la renovación urbana de la ciudad. Todas las ciudades deben cambiar y acompañar a sus usuarios, conforme la evolución que van teniendo, nuevas tecnologías, nuevos modos de circular y comunicarse.

En los últimos 15 años, las grandes ciudades de nuestro país, acompañadas por el boom inmobiliario, sumaron decenas de millones de m2 construidos en edificios de vivienda, en muchos casos se demolieron obras que debían ser conservadas, y en otros hubo litigios interminables por obras que no eran dignas de ser conservadas, pero igualmente trabaron la ejecución de nuevos edificios, o surgieron proyectos de amalgamiento entre lo nuevo y lo viejo.

Esto se da por la falta de claridad y legislación a la hora de conservar y construir. En primera instancia deberíamos erradicar los proyectos de amalgamiento, o se conserva el proyecto entero y se reacondiciona, o directamente se demuele para dar lugar a lo nuevo.

En segunda instancia podríamos proponer que los nuevos edificios tengan que reacondicionar parte de la infraestructura de la calle donde se instalaran, ya que por ejemplo, donde antes había una vivienda con 2 inodoros, hoy hay un edificio con 20. Si a todas las nuevas edificaciones de vivienda colectiva se les exigiera que aporten al mejoramiento de los servicios de sus cuadras durante la ejecución de la obra, imaginen como hubiesen mejorado los barrios donde se ejecutaron esas decenas de millones de m2 de vivienda colectiva.

Si a todo esto le sumamos un buen plan de ordenamiento urbano, pensado y debatido por todos los actores que componen esa sociedad, podremos ver el día de mañana, ciudades donde lo nuevo convive perfectamente con lo viejo, sin competir, sin molestarse y aportando riqueza arquitectónica a la ciudad.

Acerca del autor de la nota
Germán Campagnolo es Arquitecto y Urbanista Egresado UNLP Mat. CAPBA: 28730
Experto universitario en gestión de costos en la construcción.
Dirección y representación técnica de obras de mediana y gran envergadura.
Contacto: campagnologerman@gmail.com

Imagenes aportadas por el autor de la nota.




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