«Este proyecto es la conclusión de mis estudios. Mi primera tesis fue sobre las casas chorizos, soñaba con tener una casa chorizo, aunque no tenga mucho de casa chorizo tiene el típico patio lateral. Mi segunda tesis fue sobre paredes pintadas y luego la restauración de un edificio antiguo. Apliqué todo lo que me gustó, con un presupuesto acotado» (Arq. Céline Mignot).
«Es una obra que funciona muy bien en su interior desde el punto de vista de la aislación acústica y térmica y además aporta belleza al espacio urbano. Como arquitecta creo que debemos brindar obras lindas a la ciudad y esta obra es de esas que tranquilizan la conciencia. Con un presupuesto acotado, este proyecto se ha optimizado al máximo» (Arq. Luciana Porta).
En el barrio de Colegiales, Ba75 | Atelier de Arquitectura transformó una antigua casa chorizo, proyecto soñado por una de sus socias quien además es propietaria de la misma, la arquitecta francesa Céline Mignot. La obra combina el arte urbano con la idea de aprovechar al máximo los espacios y el ahorro de energía.
Con el proyecto bien definido, la obra se inició desde adentro hacia afuera. La transformación de los ambientes fue completa, incluyó una ampliación en la planta superior pensada en un lenguaje arquitectónico bien moderno basado en la sustentabilidad como principio creador.
El desafío era grande, la casa chorizo original fue pensada y diseñada en un terreno angosto, de 7 metros de ancho por 14 metros de largo, donde se implantaron varios ambientes chicos, con variación de niveles y escasa ventilación.
El punto de partida fue rescatar los detalles interesantes de la construcción: las tres carpinterías del frente y las dos que estaban en el living con sus respectivos bitró, la bovedilla, y lo más importante: mantener la huella, logrando que a través del patio lindero al living y la cocina se pudiera mejorar la ventilación de la casa y aprovechar más la luz del día.
El ambicioso plan debía contemplar un hogar para cinco habitantes, un matrimonio y sus tres hijos, con un cuarto para cada uno, dos baños completos, y además, como si todo eso fuera poco, un espacio donde poder recibir visitas. Todo pensado desde un enfoque sustentable, en la búsqueda constante del ahorro de energía.
Todas las habitaciones y la ampliación en la planta alta se hicieron en base a una envolvente térmica, donde la incidencia de los cambios de temperatura fuera reducida a la mínima expresión. En las habitaciones se hizo una doble pared con placa de yeso y lana de vidrio para aislar al máximo del exterior. En ese mismo camino, se desarrolló la extensión. Se aisló toda la envolvente y para el piso se hizo una doble losa dejando una cámara de aire de 40 cm, que se aprovechó para pasar todas las instalaciones, en las aberturas de aluminio se colocó doble vidriado hermético y un sistema de persianas que se levantan al máximo cumpliendo la función de toldo para brindar sombra, fundamentalmente en verano.
Otro detalle de la obra de extensión fue el método de construcción en seco, elección que aceleró los tiempos y no cargó tanto peso a la antigua estructura de la casa chorizo, que no estaba preparada para soportarlo. Por esto también, sólo se construyó sobre una parte de la terraza, dejando libre el margen norte para permitir el ingreso de mayor corriente de aire y de luz solar.
La cocina y el comedor, por ser los espacios más ruidosos, se ubicaron hacia la calle. El living está ubicado en segundo plano con comunicación directa al patio, conformando un ambiente único e ideal para disfrutar en el verano.
La conservación del patio lateral, principio de las casas chorizos, fue determinante para la arquitecta. También allí es donde se encuentra la parrilla, a un paso de todo, del living, la cocina y el comedor, muy práctico y cómodo a la hora de los asados familiares. En invierno, al estar encerrado y semi cubierto, ese mismo espacio puede ser utilizado a pesar de las inclemencias del clima.
El entrepiso, donde se dispusieron los cuartos de los chicos, es muy abierto por lo que si no cierran sus puertas, todos pueden verse y estar comunicados, punto muy importante para los padres. Para contar con privacidad, la arquitecta ubicó su cuarto en la planta superior.
En cuanto a los baños, se realizó un toilette en la planta baja, otro en suite del dormitorio principal y pegado, el otro baño completo. En el medio de estos dos baños se encuentra el lavadero. Un punto interesante es que no se ubicó al lado de la cocina, como se usa comúnmente, sino que se dispuso de manera tal que para trasladar la ropa no se tuviera que bajar y subir escaleras. Así, la ropa pasa de los baños, a través de un canasto, directamente al lavadero, donde se lleva a cabo el lavado, secado y planchado, para luego ubicarla nuevamente en los placares. Esta decisión en una familia de cinco integrantes no es un tema menor, libera mucho un espacio muy transitado como la cocina, la cual cumple netamente con su función.
El turno del arte quedó para el final. El frente, bombeado, muy asimétrico, con ventanas altas, no se podía modificar. Por esto, la decisión de darle paso al trabajo de un artista para estampar su obra llegó como último recurso y terminó siendo la característica distintiva del proyecto. El mural «Alicia y el conejo porteño», de la artista Céline Hitier, invadió la fachada. Es un homenaje a todos los aventureros que dejaron su país de origen para descubrir un mundo maravilloso en búsqueda de un sueño, como lo hizo la arquitecta francesa Céline Mignot.
Con esta pincelada La Casa de Alicia se convirtió entonces en el centro de atracción de Colegiales. Porque todo entra por los ojos, porque la gente pasa y se queda mirando, observando y comentando qué linda es, qué gran trabajo.
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