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Si bien nacido en Nápoles, Italia y llegado
a la Argentina a los cinco años, Clorindo Testa
era sobretodo un hombre de Buenos Aires. Un flaneur porteño.
Arquitecto deslumbrante y artista genial fue producto
de una ciudad culta y apasionada, de allí se
nutrió y extrajo sus principales cualidades.
Formado
en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Buenos
Aires, siempre prefirió el bajo perfil
y que sus obras hablaran por él. Estudiante
brillante descubrió tempranamente la modernidad
en la arquitectura y adopto al maestro Le Corbusier
como referente y modelo profesional a seguir.
Para Clorindo
Testa pintura, escultura y arquitectura eran parte
de un único universo creativo e intelectual,
donde muchas veces es difícil determinar los
límites entre lo uno y lo otro. Sus pinturas
abstractas y sus expresivos dibujos de un tono a veces
intimista, oscuro y severo contrastan con una arquitectura
que siempre parece querer contagiar optimismo y alegría.
Siento que esa dualidad vivía y tensionaba dentro
de Testa.
Viaja a Europa en 1949 con una beca de estudio
para jóvenes graduados de la UBA y vuelve tres
años
después asumido como arquitecto y artista plástico.
Por
esos días expone sus cuadros en las galerías
porteñas y a los 28 años gana, junto
a otros colegas, su primer concurso de arquitectura.
El racionalista edificio de 1951 para la Cámara
Argentina de la Construcción sería el
inicio de una larga y dilatada trayectoria profesional.
Testa se convertiría en el arquitecto argentino
que más premios en concursos de arquitectura
ha logrado cosechar a lo largo de todo el siglo XX.
Esto
da cuenta de su enorme voluntad y calidad de trabajo,
pero también de la empatía y el respaldo
que sus expresivas e innovadoras propuestas han tenido
en el resto de la comunidad arquitectónica argentina.
A diferencia de otros grandes arquitectos argentinos
Testa no ha cosechado enconos o enemistades. Su obra,
por compleja y vanguardista, puede resultar polémica
pero es imposible encontrar colegas que hayan tenido
algún pleito con él, y eso no es poco
en un ambiente tan competitivo y narcisista como el
de la arquitectura. La humildad, sencillez y generosidad
siempre lo han distinguido como un verdadero y elegante
caballero.
Los primeros premios para las obras del Centro
Cívico
de la Provincia de La Pampa y la Biblioteca Nacional
en Buenos Aires lo catapultan a la categoría
de "form giver" y legitiman al monumentalismo
brutalista como un territorio exploratorio posible
para las condiciones económicas y tecnológicas
de la argentina desarrollista de finales de la década
del '50. El de La Pampa será un conjunto
donde sobresale un imponente volumen prismático
de 180 metros de largo en código Chandigarh,
prevalecen las cuidadas proporciones, sombras, llenos,
vacíos y un gran ajuste plástico, revelando
una sólida formación académica.
En
la biblioteca un contundente "partido" libera
el espacio público a nivel peatonal, concentra
los depósitos de libros bajo tierra y hace crecer,
mediante un monumental "árbol" de
hormigón, las salas de lectura en un gesto orgánico
de enorme potencia morfológica. También
de esa época son el modelo urbanístico
para el sector de Catalinas Norte y las intervenciones
en los cementerios de la Chacarita y Flores, como producto
de su trabajo en el área de urbanismo de la
Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires.
En 1964
Testa será convocado por el solvente
y experimentado estudio SEPRA a participar de un concurso
privado para la nueva sede del Banco de Londres en
plena City financiera porteña. El edificio resultante
para la esquina de Reconquista y Bartolomé Mitre
es en mi opinión la mejor obra de la arquitectura
argentina del siglo XX y una de las mejores del mundo
moderno. La combinación entre la solvencia profesional
y rigurosidad constructiva del estudio de los arquitectos
Sánchez Elia, Peralta Ramos y Agostini, junto
a la vanguardista creatividad de Clorindo Testa produjo
un resultado de gran particularidad y excepcional belleza.
Una
propuesta innovadora de una modernidad ciertamente
influenciada por el último Le Corbusier, pero
dotada a la vez de una calidad contextual dentro del
denso tejido tipológico del barrio antiguo de
la ciudad que es destacable y donde siento que el alumno
supera al maestro.
La esquina es tratada como una plaza
abriendo la trama de potentes pórticos de hormigón
y dando entrada monumental, mediante este espacio de
transición techado de colosal altura, a la caja
interna y transparente que encierra las funciones del
banco. Allí la organización espacial
genera una experiencia dinámica y sugestiva
de planos y bandejas suspendidos en el espacio. Testa
rompe con la imagen de un banco tradicional y la moderniza
de manera radical, pero al mimo tiempo produce una
compleja lección de cómo hacer dialogar
y convivir de manera amable y respetuosa fuertes gestos
y formas arquitectónicas con la ciudad preexistente.
Clorindo
Testa fue un creador multifacético
no dogmático, de un gran oficio y capacidad
creativa. Sus obras de intervención en el antiquísimo
conjunto colonial de los monjes recoletos, en los años
'70, dieron lugar a uno de los centros culturales públicos
más dinámicos y queridos de la ciudad,
haciendo popular la idea de "reciclar" e
instalando una toma de conciencia respecto del patrimonio
arquitectónico y sus potencialidades.
Sus viviendas
también serán motivo de
experimentación y de búsqueda de una
poética singularmente provocativa, desde los
volúmenes coloridos e irregular geometría
de las casas La Tumbona y CapoTesta en la costa argentina,
hasta los edificios de vivienda colectiva como el logrado
conjunto de la calle Castex 3335. Allí Testa
trabaja la idea de balcones-patio para los departamentos
y logra una inserción no traumática de
la tipología en torre dentro del tejido compacto
de la manzana porteña. Testa nos demuestra todo
el tiempo que siempre primero es la ciudad, aun en
una arquitectura de gestualidad formal tan potente
como la suya.
Su paso por la docencia universitaria
fue fugaz, tuvo una cátedra en la Universidad
de Buenos Aires a finales de los años '50
pero al poco tiempo supo que eso no era para él.
No encontró allí ese
placer y concentración que solo le daban su
estudio, su atelier y el dialogo ensimismado y lúdico
con sus obras. Eso no obsto para que la propia UBA
lo nombrara "Doctor Honoris-Causa" y unos
años mas tarde, en 2006, la ciudad de Buenos
Aires lo distinguiera como "ciudadano ilustre".
Testa
enseña por sus obras, haciendo más
con menos, y eso en un país donde los recursos
escasean es casi un compromiso ético y moral.
Una forma de entender la profesión. Su minimalista
y económica propuesta para la sede del Instituto
de Cooperación Iberoamericana-ICI en un estrecho
y tortuoso sótano con entrada sobre la calle
Florida en Buenos Aires es testimonio de esa forma
de entender la arquitectura como servicio y oportunidad.
La arquitectura puede y debe hacer mejor la vida, parece
decirnos. Su búsqueda alegre, pero nunca frívola,
de la belleza lo ha llevado a experimentar formas,
colores y texturas de gran expresividad pero sin descuidar
ni hacer concesiones en la función y la utilidad
propias de la mejor arquitectura. Sus obras tienen
siempre muy presente la idea-fuerza de un "partido"
claro y contundente, pero también invitan a
un recorrido más intimo y fenomenológico
por los detalles, los climas y los pequeños
guiños que
el creador nos va dejando a lo largo de esa rica promenade que
nos propone transitar.
Se ha ido un gran arquitecto
y exitoso artista que desde su particular óptica
ha creado una obra genial e irrepetible. Debe servir,
de igual forma que él
planteo su relación con Le Corbusier, como inspiración
creativa y no como modelo a copiar. En ella permanentemente
conviven la razón y la emoción. Testa
ha sabido tomar, con inteligencia y mesura, de Apolo
y de Dionisio lo mejor que cada uno tenia para darle.
Allí y en su amor a la ciudad reside el principal
valor de su testamento.
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